Reseña de Vicente Puchol sobre «Leonardo da Vinci: obstinado rigor»

Reseña de Manuel Asensi en La Vanguardia

La escuela nocturna

He tenido más información sobre el señor que cuida un campo en el camino entre Cortes y Montanejos. Tiene sus dos apellidos puestos en una gran verja con la esperanza de que alguien pase, los vea y alguna vez pueda conocer a su familia. Nació en Barcelona, en 1935, y allí lo compraron por ciento veinticinco pesetas que, entonces, dice, era mucho dinero. Lo suyo, aclara, no fue una adopción como las de ahora, sino que compraron mano de obra, fuerza de trabajo, que hacía falta en el campo. Él se sentía diferente a los demás y a cada paso lo llamaban «borde», porque no era hijo de sus padres. Le gustaba mucho la escuela y a ella acudía de noche iluminándose con un candil. De día tenía que trabajar desde muy niño. Le habría gustado estudiar porque era de los primeros de la clase. La maestra, de Orihuela del Tremedal, lo quería mucho porque era muy buen alumno.
La escena del niño caminando kilómetros en la oscuridad, para ir a la escuela, con la ayuda de un candil, no la olvidaré nunca.

Una historia

Estos días pasados, en los que hemos tenido que huir de Valencia, por las fallas, paseamos por campos abandonados para ver masías antiguas, hoy casi derrumbadas: la masía de Iserte, cerca de Cortes de Arenoso, a poca distancia del roble El Abuelo, que tiene más de setecientos años y ahora, como cada primavera, renace con nuevas hojas. Pronto tendremos de nuevo su sombra enorme.
En el recorrido, un desierto poblado de pinos y carrascas, no encontramos más que a un señor que cuida un campito. Lo habíamos visto en otra ocasión. Se dedica a la trufa, pero este año de sequía total no va a obtener ningún rendimiento. La balsa que tiene en su campo está medio vacía. Este señor, de apellido inglés, nos cuenta que nació en Barcelona -nos ha preguntado si venimos de allí-; espera que alguna vez alguien pase por delante de la verja que rodea su campo, en donde tiene su nombre y dos apellidos, en letras muy grandes, y pueda saber quiénes fueron sus padres. Por él pagaron en 1935 ciento veinticinco pesetas -era mucho dinero entonces, añade-. Qué sencillamente nos cuentan, en un desierto, historias asombrosas.

Una novela para conocer Valencia

Valencia y el testamento de Violeta García es la primera novela que publica Juan Luis Vanrell. Conozco a Juan Luis desde hace muchos años. Fue alumno mío y no me ha sorprendido la publicación de su libro porque siempre mostró interés por la Literatura. Esto es lo que tiene de bueno la enseñanza: trabajas con unos adolescentes que tienen aptitudes artísticas y al cabo de los años se  puede tener la alegría de comprobar, como es en el caso de Juan Luis, que no sólo ha crecido como ser humano, sino que ha sido capaz de desarrollar muy dignamente las aptitudes literarias que adivinamos en él.

 Si leen Valencia y el testamento de Violeta García les va a atrapar desde sus primeras páginas. Se trata de una novela de intriga, pero no sólo eso: hay dos líneas importantes que la recorren de principio a fin: la ciudad de Valencia y el vino.

La novela cuenta las pesquisas de una abogada y de un escritor que se ven obligados a averiguar si Violeta García tiene herederos que se hagan cargo de su copiosa herencia. Para cumplir su misión tienen que entrevistar a los numerosos sobrinos de Violeta. Eso le permite a nuestro autor recorrer la ciudad de Valencia y ofrecernos no sólo una descripción minuciosa de su rico patrimonio artístico y cultural, sino que, al mismo tiempo, nos presenta un variado elenco de tipos sociológicos muy bien caracterizados. La conversación es una fuente de información. A través de ella, el lector conoce Valencia, sus barrios, sus fiestas –Fallas, Corpus–, instituciones –Fábrica de la seda, el Patriarca, la Universidad antigua–; Museos, como el de San Pío V, el de Cerámica o el del Patriarca; iglesias, plazas y jardines, como el Botánico, Viveros, Monforte… Se puede decir que, a la vez que tiramos del hilo de los descubrimientos, a la vez que conocemos el resultado de las pesquisas de los dos protagonistas, vamos conociendo la ciudad.

 Valencia y el testamento de Violeta García es una reivindicación de Valencia. Realmente es una ciudad que posee todos los dones: playa, albufera, montañas próximas, feraces huertas, o lo que queda de ellas. Pero además, posee un patrimonio artístico de primer orden. Sólo haría falta una verdadera decisión de rehabilitar y peatonalizar el centro; de cuidar barrios como el Cabañal, de vertebrar la ciudad y mejorar sus comunicaciones por el Mediterráneo y hacia Aragón, para que Valencia sea imparable. Recuerdo que Juan Luis y yo comentábamos hace poco los valores que posee Valencia para convertirse en objeto literario. Por supuesto, lo ha sido en muchas ocasiones, desde Ar-Rusafí, pasando por Blasco Ibáñez o Azorín o Juan Gil-Albert. En El testamento de Violeta García ocupa un lugar central: es un personaje más, que vive, que se ofrece a la mirada del lector. Quien lea esta novela no podrá quedar indiferente y deseará recorrer y conocer las calles y rincones de Valencia, su historia.

 La originalidad de Vanrell estriba en que Valencia es la gran protagonista de la novela. El lector se siente deslumbrado por su riqueza cultural y por su belleza. Pero además querrá conocerla, libro en mano, dado que El testamento de Violeta García es también una guía de Valencia, sui generis, una especie de libro de viajes en el que el autor disecciona la ciudad para hacer una apología de ella, pero, sobre todo, para que las personas que lean el libro sientan el deseo de conocerla.

 Hay otro aspecto destacable en esta novela: el tratamiento del tema del vino, tan literario. Dioniso o Baco, de la tradición grecorromana; el vino, la noche y el jardín, del mundo árabe, son el caldo de cultivo subterráneo del amor por el vino que defiende Valencia y el testamento de Violeta García. El autor tiene un conocimiento profundo, de catador, de diferentes vinos. Los describe y paladea con profesionalidad y con fruición. Para los interesados en la enología esta novela tiene un gran atractivo, no sólo porque aporta una exhibición de conocimientos enológicos muy interesantes –y a quienes leemos nos interesa aprender, descubrir mundos nuevos–, sino porque nos descubre un mundo sensual de aromas, sabores y color. Con la descripción y valoración de los diferentes caldos, aparte de conocer tipo de uvas, grado de maduración, paladeamos, con una escala de matices verdaderamente propios de un virtuoso enólogo, el sabor, la textura, el aroma y el color de gran variedad de vinos, muchos de ellos franceses, holandeses y valencianos.

 Pero esa sensualidad la encontramos en muchos otros aspectos. Se puede decir que la novela acaricia los sentidos: describe con pasión y detalle los atardeceres, la brisa matinal, la luz de la mañana, y el lector se siente embriagado por sensaciones casi táctiles. Aspira los aromas de los árboles –calle de Císcar, por ejemplo–, o del mar; disfruta el colorido de las nubes, de la vegetación, de las piedras que conforman casas y monumentos; paladea el olor de la pólvora y se deslumbra con el brillo de los fuegos de artificio sobre el cielo aterciopelado de Valencia.

 Las dos grandes líneas de la novela que nos ocupa son Valencia y los vinos, ya lo hemos dicho. Las dos van creciendo y alimentándose a la par que la trama central: la búsqueda de los posibles descendientes de Violeta García. La novela avanza con naturalidad y lentitud en las pesquisas en Valencia y se precipita con el viaje a París, y el regreso a Valencia, en donde, gracias a los descubrimientos parisinos, podemos conocer la identidad de los herederos de Violeta. Confluyen entonces todos los elementos que conforman la novela: vino, Valencia y trama policíaca.

 Juan Luis Vanrell ha comenzado con buen pie su salida al mundo literario porque El testamento de Violeta García es un buen principio. Reúne buenas cualidades narrativas: ofrece bellas y precisas descripciones; utiliza con desenvoltura los diálogos; maneja con habilidad a una variopinta galería de personajes y transmite, además, como ya he señalado, una información verdaderamente valiosa sobre Valencia, su patrimonio artístico y otros temas que vienen al hilo de la narración y en los que Vanrell se muestra como un profundo conocedor.

La España de charanga y pandereta

Ahora que se habla tanto de la «marca España» me he encontrado con un fragmento de Antonio Machado, de «Juan de Mairena». Dice lo siguiente:
«Yo siempre os aconsejaré que procuréis ser mejores de lo que sois; de ningún modo que dejéis de ser españoles. Porque nadie más amante que yo ni más convencido de las virtudes de nuestra raza. Entre ella debemos contar la de ser muy severos para juzgarnos a nosotros mismos, y bastante indulgentes para juzgar a nuestros vecinos. Hay que ser español, en efecto, para decir las cosas que se dicen contra España (…).

Los que os hablan de España como de una razón social que es preciso a toda costa acreditar y defender en el mercado mundial, esos para quienes el reclamo, el jaleo y la ocultación de vicios son deberes patrióticos, podrán merecer, yo lo concedo, el título de buenos patriotas; de ningún modo el de buenos españoles».

 Pero vivimos en la España de charanga y pandereta, como decía Antonio Machado. En verano suelo leer a veces el Heraldo. Hace unos cuantos días me tropecé con dos noticias sorprendentes: la primera, los futbolistas del Zaragoza acuden al Pilar a pedir el ascenso. Un cura, que podría recordar a un chamán, los recibe. La segunda, la señora que tuvo a bien pintarrajear el famoso Ecce homo de Borja, ha sido elegida pregonera por ser «la borjana más conocida internacionalmente». Apaga y vámonos: conozco a mucha gente que ha destrozado el patrimonio artístico y no se ha hecho «famosa». Seguramente no lo ha logrado al no alcanzar la cima de fealdad del destrozo de la señora aficionada a la pintura. Me llama mucho la atención que a esta señora y a las autoridades , laicas y eclesiásticas, que lo han permitido, no les hayan puesto sendas multas que castiguen su irresponsable hecho delictivo. Pero aún me resulta más increíble que haya periódicos que la entrevisten y den noticias de semejante infractora que debería ser la vergüenza de Borja y toda la contornada.
A este paso veremos a Bárcenas haciendo el pregón en Huelva. Ya vimos a Eric el Belga exponiendo sus bodrios en Roda de Isábena.

 Tal vez no debería nombrar de nuevo el horror que me produce la cutrez tristemente célebre del Ecce homo de Borja. Lo resumo rápidamente –¡ayer el Heraldo le dedicaba una página entera!-: en el santuario de la Misericordia el alcalde y la infausta “restauradora” inauguraron una exposición de veinticinco óleos de la susodicha. Los ha pintado durante este año, al parecer para demostrar que sabe pintar. Es todo un record: a dos cuadros por mes. La estrella es un Ecce homo “bueno”. Pienso en Valle-Inclán y sus esperpentos. El “bueno” no le habría gustado en absoluto –es relamido, sin fuerza alguna-, pero habría aplaudido al otro, al verdadero esperpento, que es el que demuestra la catadura moral de las personas implicadas en este “negocio”. Porque de negocio se trata, al fin y al cabo, de derechos de imagen, la espantosa, que se van a repartir entre el Ayuntamiento y la buena señora. Hasta ahora, dicen, han ganado cincuenta mil euros. Que un Ayuntamiento eche a rodar, por dinero, cualquier atisbo de legalidad y de dignidad es una historia esperpéntica y obscena, sin paliativos. No debería permitirse en ningún caso. Tampoco debería ocuparse de tan infame historia ningún periódico serio.

 Y dicen que la “restauradora” va a exponer en Japón y en Estados Unidos. ¿Quién pagará, si llega el caso, el coste de semejante patraña? Si todo fuera conforme a derecho, el dinero que pueden obtener el Ayuntamiento irresponsable y la señora por su destrozo  -como ya he dicho antes, creo que ambos deberían pagar una buena multa para cubrir los gastos de la restauración-, debería dedicarse, a subvencionar alguna beca para artistas plásticos. Estas cosas solo se curan con cultura.

Sangre de miserables de la Compañía Lagartera Teatre

La situación del teatro en la Comunidad Valenciana es deprimente. La continuidad del teatro, sin embargo, está asegurada por las salas independientes y por las compañías jóvenes. Una prueba la hemos tenido con Sangre de miserables de la Compañía Lagartera Teatre, en la sala Ruzafa (Denia 55).
No hago propaganda. Simplemente, comunico una evidencia. Hasta la temporada que viene en que, probablemente, se pueda ver de nuevo esta obra, dada su calidad y la expectación que ha despertado, no estará en la cartelera en ningún sitio.
Se trata de una recopilación de textos de Shakespeare, enlazados en un monólogo, que tratan con hondura y profesionalidad la crisis humana y económica que estamos viviendo ahora.
A la salida, Irene González, que la ha dirigido, junto con Laura Bellés, nos decía que lo único que quieren es ofrecer un producto profesional: «Los que asistan podrán estar de acuerdo o no con nuestra interpretación, pero al menos sabrán que les ofrecemos algo acabado, con rigor y perfecto, en la medida de nuestras posibilidades. Queremos que la crítica nos diga qué tenemos que mejorar. Ese es nuestro único reto».
Realmente es difícil señalar algún fallo: la actuación de Leo de Bari fue magistral; la iluminación, precisa y eficaz; los textos seleccionados, impresionantes. El conjunto tenía una naturalidad y verdad que sólo se encuentra en el gran teatro.
En Valencia hay buen teatro independiente; no sale nunca o casi nunca de nuestra Comunidad, lo mismo que las exposiciones de nuestros pintores. Todo muere sin desarrollarse. No hay una política de promoción de nuestros valores. Algo muy importante falla en la cadena si los que deberían gestionar la visibilidad de nuestro trabajo, se inhiben y sólo quieren hacerse una foto en los estrenos o en las inauguraciones. Recordad Sangre de miserables: tal vez la repongan en 2014 y la podáis disfrutar.

A vueltas con la enseñanza

Siempre he pensado que la educación debía perseguir este objetivo que define tan bien Juan Gil-Albert en su Breviarium Vitae:

«La única educación que no resulta bastarda es aquella que instruye y prepara al ser humano para el pleno ejercicio de su pensamiento y reflexión, con miras a liberarlo de cualquier variedad de tiranía. Hacerlo dueño de sí mismo y rebelde a toda sujeción externa.»

 Para comprender hasta qué grado de involución estamos retrocediendo en el trato de nuestros ¿responsables? políticos a la enseñanza pública, nada mejor que recordar lo que defendían los ilustrados del siglo XVIII. Por ejemplo, consideraban que la cultura incita u obliga a los gobiernos que la difunden a gobernar mejor a sus pueblos que, gracias a ella, se han hecho más ávidos de justicia y de honradez. Jovellanos afirma. «Con la instrucción todo se mejora y florece, sin ella, todo decae y se arruina en un estado». Naturalmente, deseaban una enseñanza pública y que la escuela, el templo de la razón, fuera el lugar en que coincidirían todos, ricos y pobres. Deseaban que la iglesia se alejara por completo de la enseñanza y decidieron hacer una reforma nacional con el fin de evitar la proliferación de títulos que se compraban en algunas universidades. No consiguieron mucho porque no les dejaron, pero sus ideas utópicas siguen siendo importantes, sobre todo, si tenemos en cuenta la situación en que nos encontramos ahora: apoyo a la enseñanza privada en todos los niveles y cantidad de universidades, también privadas, que proliferan como setas, y a las que incluso se les regalan terrenos públicos.

 Me parece demencial y una perversión de lo que debe ser un gobierno de un país laico que se apoye a la enseñanza privada. ¿No es increíble que este gobierno haga dejación de su responsabilidad de ofrecer una plaza pública a cada estudiante para dejar paso libre e incluso mantener negocios privados? El Estado debe preocuparse de la enseñanza pública, debe gestionarla bien. Si no lo hace y considera que la enseñanza concertada cumple mejor los objetivos de calidad, sencillamente es su fracaso, el fracaso del Estado, porque nuestros gobernantes se supone que son gestores de lo público. Lo público les gusta para colocarse y colocar a sus amigos, para destrozarlo poniendo en sus órganos de decisión a personas incapaces y sin ninguna preparación. Es entonces, cuando lo han destrozado todo, cuando se lo reparten y lo privatizan.

¿Y qué diremos de la Iglesia? Recuerdo una frase de Gil-Albert, al que he citado antes:

 «Porque no quede ya nada por robar, los ricos les han robado a los pobres incluso su religión».

 Si ningún gobierno hubiera subvencionado a los colegios privados y se hubiera limitado a fortalecer la enseñanza pública, que es el deber del Estado, no estaríamos como estamos. Lamentable ha sido que tamaño desafuero lo consumara un gobierno de izquierdas. Nadie parece poner remedio y la demagogia crece y la enseñanza pública pierde.

¿Sabe alguien quiénes serán los profesores externos que evalúen las pruebas de final de Primaria, Secundaria y Bachiller?

Estudié en un Instituto y recuerdo que entonces los estudiantes de colegios privados venían a examinarse por libre, porque sus centros no estaban reconocidos. Las reválidas, asimismo, se realizaban en centros de enseñanza pública. La ley Wert dice: «Las pruebas tendrán lugar en el centro docente en el que el alumno curse estudios y serán aplicadas y calificadas por profesorado externo». No indica a qué profesorado se refiere. ¿Estarán garantizadas la igualdad y la justicia que sólo un funcionario puede garantizar?
Mucho se critica a los funcionarios pero si sucesivos gobiernos los sustituyen por personal de libre designación, es decir, a dedo, será porque les interesa estar rodeados de personas afines para poder hacer lo que quieran. Pero prescindir de los funcionarios es un juego muy peligroso porque sin ellos es mucho más fácil cargarse la democracia.

 Lo que nos están haciendo con los recortes en educación, sanidad, investigación, va a sumir a España en un atraso difícilmente superable. El escándalo del Centro de Investigación Príncipe Felipe (CIPF) de Valencia es poco conocido, pero un ejemplo vergonzoso de lo que piensa el PP que es la investigación: algo también de grandes eventos, grandes edificios, en donde hacerse fotos patéticas que no engañan a nadie, pero que a ellos les satisfacen. Adjunto un artículo sobre el CIPF. Es extenso pero si tienen la paciencia de leerlo, conocerán la historia de otra impostura: http://www.lapaginadefinitiva.com/weblogs/paellarusa/2012/02/09/el-pp-convoca-los-premios-jaume-i-de-investigacion-mientras-hunde-el-centro-de-investigacion-principe-felipe/2387

 Nos dicen que es necesario adelgazar la administración pública y lo que se les ocurre no es quitar puestos de libre designación, o sea, cargos a dedo, ni asesores. No. Lo que hacen es eliminar oposiciones, echar a los becarios, amortizar las plazas de las personas que se jubilan… ¿Cuántos jefes tiene un funcionario de la administración pública? Sería muy interesante saberlo.
Y dicen que van a hacer algo pero nunca hacen lo que debieran: irse ellos, los abundantes e inútiles cargos públicos, a la calle, para generar puestos de trabajo verdaderamente necesarios en investigación, en desarrollo.

 

La presencia y la figura

Los versos de San Juan de la Cruz infunden ritmo a la exposición, comisariada por José Saborit, que lleva este título: La presencia y la figura. Hasta el 21 de abril de 2013 se podrá visitar  en el Centro del Carmen. Es una ocasión única para conocer el estado en que se encuentra la pintura en nuestra Comunidad. Se trata de un gran trabajo absolutamente necesario. Primero, porque los ciudadanos de a pie queremos saber qué hacen nuestros pintores –o una parte representativa de los mismos–; segundo, porque si algo deben procurar nuestras instituciones y para algo tienen que servir nuestros espacios, es para dar a conocer a nuestros jóvenes –y no tan jóvenes– artistas. Ojalá se realizaran encuentros como este en los distintos espacios de nuestra Comunidad con normal asiduidad. En esto sí que merece la pena invertir –aunque en este caso la inversión ha sido mínima–,  porque se trata del futuro de nuestros artistas y de nuestra Comunidad.

Con una exposición como La presencia y la figura nos sentimos ricos, fuera de la crisis, con una vida pujante que ofrecer al mundo. Las paredes del Carmen hablan elocuentemente de nuestra capacidad para salir adelante. Este es nuestro patrimonio: un trabajo bien hecho y una capacidad creativa de gran fortaleza.

Los límites de la selección de pintura que podemos ver hasta abril son amplios: “la tradición de la pintura, esa tradición del mirar que mira al mundo, a lo visible, sea eso lo que sea, e incluso a la realidad, ese misterio inagotable”.

En el amplio escenario del convento del Carmen el espectador se sorprende por la grandiosidad de las imágenes que se pergeñan sobre los muros encalados como si hubieran crecido allí. Fantasmas, rostros apenas esbozados o perfectamente dibujados; paisajes sugeridos que abren una interrogación; poemas vivos, escritos con trazos y color.

  La presencia y la figura

El empastre de Wert

La nueva ley de reforma educativa: otro empastre para terminar de hundir la enseñanza pública. Sin pausa han ido introduciendo cambios. Por ejemplo, el aumento de la ratio de alumnos por aula; el aumento, también, del número de horas de docencia y sobre todo, desde el propio gobierno, con una desfachatez asombrosa –y mira que ya no nos puede asombrar nada–, se ha intentado desprestigiar a la enseñanza pública. Ahora se disponen a darle la puntilla.

 En la nueva ley aparecen reformas que nunca deberían aprobarse:

 Se va a concertar a los colegios que segregan por razón de sexo, después de que se pronunciara en contra el Tribunal Supremo. Aunque el gobierno no subvencione a estos colegios, eso no quiere decir que los padres no tengan capacidad de elección. Simplemente tienen que pagar. Tan fácil como eso. Y, por supuesto, como dijo el Tribunal Supremo, no se vulnera su libertad. Véase lo que opinamos en su día: https://teresagarbi.wordpress.com/2012/08/26/chicas-y-chicos-por-separado/

Pero las leyes se saltan a la torera cuando hace falta. ¡Pues claro! Nada más fácil para un ministro que se identifica con un toro bravo que saltarse todo a la torera. Aquí se aplica la ley del embudo: para unos, la justicia es implacable y para otros, suave y permisiva. ¿No hemos visto como a según qué personas el estado les permite blanquear su dinero negro y a otras, las empujan al suicidio sin una ley que les proteja de la avaricia de los bancos a los que estamos sosteniendo con dinero público?

Se insiste machaconamente en la libertad. Otra vez con el mismo mantra que no es sino pura demagogia. Y para que la libertad sea mayor, nos dicen, se permitirá elegir cualquier colegio, no importa que no esté cerca del domicilio familiar. No me imagino que una persona de escasas posibilidades económicas pueda elegir un centro en la otra punta de su ciudad porque eso le ocasionaría gastos que no puede permitirse. Es decir, los que eligen en este caso, sin duda, son los que tienen medios. Además, los estudiantes que no los tengan no pueden acudir a un centro concertado en donde tienen que pagar por supuestas actividades y otros conceptos, dado que esos centros concertados no son gratuitos, aunque deberían serlo. La inspección parece no controlar estas infracciones de la ley. Con la Iglesia hemos topado.

Bien es verdad que en los resultados globales la calidad de la enseñanza pública y la de los privados y concertados, si se aplica el criterio socioeconómico, están igualadas. Quiere decir esto que la enseñanza pública sigue adelante, a pesar de todo. Forzosamente tiene que ser así porque, para empezar, se le han exigido unas oposiciones al profesorado; tienen que impartir las asignaturas que pertenecen a su especialización y por ahora su horario es menor, pese al aumento que han sufrido. Se supone que los docentes tienen que invertir tiempo en su formación académica y pedagógica, y en preparar sus clases, aunque no lo sepan algunos (bastantes) políticos.

Los colegios concertados casi no tienen inmigrantes,  porque se derivan a la pública. También intentan librarse de los estudiantes que obtienen peores resultados. Si el gobierno del PP prefiere apoyar la enseñanza concertada, lo que a todas luces es una dejación de su responsabilidad –atender exclusivamente a la enseñanza pública–, será por alguna razón. Después de los pingües beneficios que la clase empresarial obtuvo de la construcción, ahora han dirigido su mirada hacia la educación y la sanidad que, aunque generen menos rendimientos que los pelotazos de antaño, son valores seguros.

Curiosamente esos gestores de lo público, que se presentaron a las elecciones y dicen representarnos gobernando por decreto ley, cobran generosos sueldos por gestionar lo público. ¿Y se atreven a regalar todos nuestros bienes a las empresas privadas?  Así han acabado con Iberia: después de absorber tanto dinero público, después de crear la T4 para ella, para la compañía de bandera, la desbaratan, la regalan y ni siquiera son capaces de mantener vuelos a la Habana o Santo Domingo. Estos señores del gobierno son patriotas de opereta.

En esta nueva ley de Wert la competitividad es un bien que debe extenderse a la enseñanza y a los centros. Curiosamente, cuando a los alumnos se les convierte en loros que repiten respuestas a los exámenes, quizá el centro obtendrá un escalafón más alto, en cuanto a calificaciones, pero se están pervirtiendo la enseñanza y el pensamiento. Al parecer, los gobiernos no quieren que pensemos. De toros se trata, al fin y al cabo, dado que el propio ministro se define como toro bravo que se crece con el castigo. Y nosotros que pensábamos que este señor era más bien un manso dado su servilismo con la  Iglesia.

Pero, a tenor de las palabras del ministro, más bien les interesa tener una ganadería de toros bravos sin cerebro y que sólo embistan. El ministro Wert no sabe que Antonio Machado, profesor de Instituto de Enseñanza Pública, dijo en su día, en su libro Juan de Mairena, que el problema de España es que de diez españoles, nueve embisten y uno piensa. Ahora el ministro quiere que todos embistamos.

 Y una buena embestida es lo que pretende ser la nueva Ley.

La codicia no tiene límite. Y quienes detentan el poder tampoco tienen límite. Ni vergüenza. El límite, que debería ponerlo la ley, ya ven cómo lo puentean los codiciosos. No han tenido bastante, en el caso de la enseñaza pública, con la situación marginal a que la quieren abocar.

¿Cómo es que los padres prefieren llevar a sus hijos a un centro religioso? Es inconcebible que confíen su educación a aquellas personas que se ponen por montera las necesidades de los estudiantes sin recursos y juegan con las palabras, sobre todo con el término libertad. No quieren que haya libertad, pero usan la palabra para extender una cortina de humo o para tranquilizar conciencias, vaya usted a saber.

Nadie debería querer que sus hijos reciban un ejemplo de insolidaridad tan tremendo ni que crezcan en un falso mundo competitivo que les impida pensar. Sería deseable una enseñanza pública, libre de verdad, en la que convivan todos los ciudadanos, de cualquier ideología, religión y clase social. Una enseñanza que desarrolle sólo esa competitividad que se basa en la reflexión y en el libre pensamiento, en el respeto hacia los demás y en el trabajo serio y sin trabas. Una enseñanza laica que valore por igual a los dos sexos y les dé las mismas oportunidades, que eduque en la solidaridad a la hora de pagar impuestos y enseñe a no expoliar las arcas públicas.

Supuestamente vivimos en un país laico, pero el ministro de educación pacta con la conferencia episcopal, directamente, y entre ellos deciden qué asignatura de religión se imparte y cuál será la alternativa. ¿País laico? Al menos antes, a los colegios privados, religiosos o no, les hacían pasar exámenes en la pública. Al final, pretenderán que sea la pública la que pase por el aro de la privada.  

Todavía no comprendo cómo en la Comunidad Valenciana, en donde no hay dinero para nada, están subvencionando el Bachillerato. ¿No es sorprendente? ¿A nadie se le ocurre que se podría ahorrar una buena cantidad de presupuesto y los estudiantes que no quisieran o no pudieran pagar una enseñanza privada estarían muy bien atendidos en la enseñanza pública? ¿Y a los centros, religiosos o no, concertados, no se les ocurre tampoco que deberían evitar esa subvención por una evidente solidaridad en los tiempos que estamos viviendo?

Con la reforma se va a establecer un ranking de centros para que los padres elijan. Ya hemos comentado nuestras reticencias a esta supuesta libertad. Si hubiera becas para los que no tienen recursos tal vez podría hablarse de libertad. Mientras esto no suceda, se trata, simplemente, de un timo para los que tienen menos medios.

Lo de medir la excelencia de los centros mediante un ránking se ha ensayado ya en Inglaterra, con malos resultados, por cierto. Hay que tener en cuenta algo esencial: la educación necesita ritmo lento, reflexión, años de entrenamiento, de lecturas, de investigación. Y no le van mucho los ránkings, ni los escalafones. Ni el propio Einstein, habría estado bien colocado en esas mediciones pensadas para aumentar la mediocridad.

La educación necesita libertad, convivencia, estímulo y un buen profesorado que cuente con apoyo, respeto y reconocimiento social. Algo tan evidente pero tan inalcanzable para gran parte de nuestra clase política, tradicionalmente tan inculta. La prueba la tenemos en la vesania con que se está suprimiendo el Bachillerato artístico o en la penosa situación en que quedan, en los nuevos planes, Música y Filosofía y todo lo que se relacione con el mundo de las Humanidades.

En la Comunidad Valenciana los estudiantes se someten a las llamadas Pruebas Diagnósticas. No participamos en los informes Pisa. Las pruebas Diagnósticas dan lugar a muchos errores de evaluación y además podrían ser fácilmente manipulables, dado que los evaluadores son los profesores de los mismos centros y naturalmente algunos centros están interesados en obtener una buena posición.

No. No tienen razón los que han forjado la nueva ley. Será brava, brutal, sin pensamiento, en tanto se basa en la desigualdad. Señor Wert: no siga lanzando cortinas de humo con temas lingüísticos. Se le ve el plumero: usted está fortaleciendo a la enseñanza privada, en detrimento de la pública, y está pactando con la Conferencia episcopal. Usted, a quien le pagamos por defender lo público, se ha equivocado de camino. Asuma su responsabilidad, que es lo que toca, como dicen los de su partido, o dimita.

Ha muerto Pepe Mas

Ha muerto José Mas. Catedrático de Instituto, en Valencia, investigador –son muchos y notables sus estudios y ediciones críticas–, poeta.

Junto a su mujer, Teresa Mateu, ha desarrollado una actividad cultural arrolladora que abarca desde ciclos de animación a la lectura, en la Universidad Politécnica de Valencia, hasta la dirección de la colección Cátedra Base.

José Mas y Teresa Mateu han dejado una estela de estudiantes a los que enseñaron a conocer y a amar la Literatura. Con Pepe y Teresa hicieron teatro y comprendieron que el aula es un lugar vivo.

Hace unos años José Mas, que ha sido músico –pianista, concretamente–, amplió su interés por el ritmo en sucesivos poemarios: Orquesta de sombras; Efectos especiales; Resonancias; Península del olvido; Por el espejo de la voz; Preludio en luz menor; La ondina y el ciego príncipe, en los que la música ocupa un lugar esencial.

Admirables han sido sus trabajos, su producción poética y su dedicación a la enseñanza.

 

Incluyo un enlace para quienes quieran conocerlo a través de sus palabras:

 http://www.artepoetica.net/pepe_mas.htm